No conoció el remordimiento, por el contrario hizo del regocijo el emblema de su cruzada asesina. Cumplía sus condenas en una cárcel común, repudiado incluso por su familia. Entre 1976 y 1979 estuvo al frente de la Dirección General de Investigaciones de la Policía Bonaerense. Bajo su órbita funcionaron no menos de 20 centros clandestinos de detención y otras tantas maternidades clandestinas.

En la causa conocida como Conscriptos, el Tribunal Oral Federal de Resistencia dispuso penas de entre 9 y 18 años de prisión para militares y policías retirados. La presidenta del TOF, Noemí Berros, consideró que los delitos de lesa humanidad fueron cometidos “en el marco del segundo genocidio nacional”, por el reconocimiento de la Justicia chaqueña a los crímenes perpetrados contra los pueblos indígenas.