En los últimos días circularon varias encuestas, provinciales y nacionales, que dan cuenta del daño que sufre Sáenz en su imagen y aprobación de gestión. Es que estos tres años, festejados por el gobernador como un hito, fueron cuanto menos polémicos: inseguridad creciente, desatención absoluta del sistema de salud, faltantes de agua (sí, agua potable) en muchas partes de Salta y una llamativa inacción política para atender los problemas más simples de resolver.
El hartazgo llegó a niveles insostenibles, y los sondeos de opinión ilustran una sociedad salteña que busca alternativas para reemplazarlo. Según la encuestadora WE, del consultor Benjamín Gebhard, la mayoría de los salteños se sentiría más inclinado a votar a otro, al que mejor represente una alternativa para el futuro; pero todavía no se anunciaron los precandidatos para sucederlo y queda camino por recorrer.

Los datos surgen de una encuesta que se hizo durante el mes de noviembre. Han consultado a 1065 personas mayores de 16 años, quienes respondieron preguntas cerradas y abiertas, y los resultados fueron estratificados por circuitos electorales. Vale señalar: en este trabajo de campo no impactaron, incluso, los últimos movimientos insólitos del gobernador y sus posteriores desmentidas, por lo que se estima que al día de hoy la situación podría ser todavía peor.
La apuesta de Sáenz
El gobernador sigue adelante con su mantra de cercanía y se juega todas las fichas a convencer emocionalmente a la ciudadanía que lo suyo no es -todavía- un caso perdido. No tiene demasiados resultados concretos para ofrecer, pero cree que su imagen de hombre bueno alcanza y sobra para darle cuatro años más de confianza.
«No pasa nada, es imposible perder», dicen desde el círculo íntimo. No se sabe qué película están mirando. Durante tres años pasearon por la provincia con cara de circunstancia, haciendo colectas públicas para cubrir costos de la política y firmando convenios insólitos para la foto, que nunca se tradujeron a soluciones reales.