La madrugada en la casa de Cristina Kirchner después del atentado

Apenas una ensalada y matecocido para ella y empanadas para quienes transitaron ese piso hasta la madrugada. En el medio, todos devoraron las únicas imágenes que la captaron a ella de espalda con el arma gatillada en la cara. Un loop que vieron una y otra vez, y compararon y siguieron, volvieron a ver, con otra imagen de un plano más amplio de la televisión pública. La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no cayó en la cuenta de lo que había pasado hasta que lo hizo ante esas imágenes. Ella misma le puso nombre: magnicidio. Y con el paso de las horas, las impresiones de sorpresa o incluso de tranquilidad se superponían con otras que algunos llamaban de consternación o conmoción. El presidente Alberto Fernández fue a verla a la tarde para preguntarle entre otras cosas, si iba a acercarse al escenario de Plaza de Mayo. Ella no estuvo. Poco antes del acto salía de su casa, aparentemente, hacia una casa que le asegure protección a la altura de una jefa de Estado.

“En el momento no se dio cuenta de nada”, dicen a su lado. “Incluso caminó varios metros, segundos, pero siguió caminando y firmando unos libros”. Cristina no entendió lo que estaba pasando. Se agachó a agarrar un libro que se le había caído a alguien. Se levantó. Se tocó el pelo porque sí. Caminó todavía unos metros. Y entonces llegó el “pugilato”, dicen. Ese momento en el que los “pibes” y la policía se tiraron arriba del “chabón” para sacarlo. “No estaba claro qué había sido, no parecía un atentado, es más --dicen--, todo tenía algo de la escena que había vivido la noche antes, cuando una persona parecida se acerca para putear”.

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Mientras la calle se desconcentraba y volvía a llenarse la noche del jueves, por la casa de Juncal fueron pasando varios de los que poco más tarde, también de madrugada, encuadraron vía twitter el atentado a través de sus redes sociales y el viernes pusieron el cuerpo en la Plaza. Pasó Wado de Pedro, Axel Kicillof, el Cuervo Andrés Larroque y Máximo. Oscar Parrilli llegó más tarde. Estuvo Mayra Mendoza desolada; Germán Martínez y Juliana di Tullio. Parrilli dijo algo de lo que pasó adentro este viernes temprano en una radio. “Anoche estuve con ella tras estos lamentables hechos. En el momento no se da cuenta. Ella no lo percibe, fue todo tan rápido, fugaz, sorpresivo, porque estaba tratando de recoger un libro. Cuando vio las imágenes arriba tomó conciencia de la gravedad”. Para entonces, estaba impactada y conmocionada, pero también tranquila con su espíritu y temple intacto, explicó.

De noche, CFK habló con su hermana. Hizo otros llamados. Y habló dos veces con Alberto Fernández, antes y después de la cadena nacional. Ya habían hablado a la mañana sobre la seguridad de ella y las amenazas que él recibió en las últimas semanas. Ella escuchó la cadena nacional como escuchó y siguió cada cosa que aparecía. El repudio de Mauricio Macri y el comunicado de la oposición. Los mensajes de los líderes políticos. Habló con Sergio Massa. Y después de la cadena nacional, otra vez con Alberto Fernández. Él le reenvió un mensaje de Nicolás Maduro, ella lo recibió, se llamaron, eran cerca de las dos de la mañana.

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Adentro, hubo de todo. Pase de facturas. Primeras hipótesis. Lectura política. El efectos del discurso de odio. Bramaron por la Federal. ¿Qué le pasa a Aníbal Fernández?, dijo uno de los que estuvo. La custodia tuvo “pifies” durante toda la semana, pero lo que molestó a esa hora, era la frutilla del postre: el acuerdo que esa tarde el ministro había firmado con la Ciudad, un boicot la procesión en la calle. Sobre el atentado, todas las variables. “Ahora hay que llegar hasta el fondo”, dijo uno de los presentes. “Hay que averiguar si se trata de un lobo suelto o trabaja para alguien, hace años que está acá. ¿Es un loco o hay algo más? ¿Hay algo internacional? Si hay alguien detrás eso, significa otra cosa”.

Todavía a la noche con la casa activa, Kicillof encuadró lecturas. La espiral de violencia. A las 22.59 publicó: Acabamos de vivir uno de los peores episodios de nuestra historia con el intento de asesinato a @CFKArgentina. “Quienes insisten en perseguir, incitan a la violencia y hasta piden pena de muerte tienen que parar ya. No se puede seguir fomentando el odio y la violencia”. A la 01.11, lo hizo el Cuervo Larroque con una convocatoria a la Plaza. Y a las 03.36, Wado de Pedro lo puso en el contexto de la democracia. “Intentaron asesinar a CFKArgentina”, publicó. “Es un acto atroz de violencia política, a casi 40 años de democracia. Los discursos de odio y violencia tienen consecuencias. Es momento de darle la espalda a los violentos y fortalecer la democracia”. También él incluyó el “mañana todos a la Plaza”.

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El viernes CFK estuvo con la jueza federal María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo a cargo de la investigación del atentado, que fueron a tomarle una declaración a su casa. Habló por teléfono con el Papa Francisco y Lula Da Silva, que expresaron solidaridad. En casa Rosada, Alberto convocó a los ministros. Ellos oyeron su parte. Y, dicen, le pidieron que vaya a ver a CFK. Entre los temas, necesitaban saber cómo seguía la jornada del viernes y entender su participación en la marcha. El escenario de la Plaza montado por La Cámpora parecía una señal de que ella iba a estar en el lugar. El Presidente fue a verla. Dicen que hablaron del tema. Cuando se aproximaba la hora del acto, la Vice dejaba su casa. Corrieron versiones que indicaban que ella iba a la Plaza, pero quienes estuvieron cerca avisaron temprano que no lo haría. Cristina salió con destino a una casa que le asegure protección de una jefa de Estado, explicaron.

“Todo esto nos replantea la democracia”, dijo uno de sus visitantes. “Pero ella no se achica. Pisa la pelota, y ahora esperá a ver qué pasa. No la amedrenta ni la amenaza de una bala”.